SALA 7

SER Y ESTAR: LA ZONA GRIS DE LA IDENTIDAD

¿Quiénes somos? ¿En dónde somos? ¿Ante quién somos? La pregunta por la identidad es una pregunta múltiple que se abre, como un abanico, hacia diferentes esferas de lo privado –el yo, la familia, los amigos– y de lo público –la cultura, la sociedad, la política, la ley–. Va de la intimidad a la exterioridad social. En lo íntimo cambia, varía, no cesa. Es así como nos constituimos en sujetos e individuos, siempre inacabados, en una búsqueda constante que nos hace vivir. Es así como construimos nuestra subjetividad, en relación con otros y con nosotros. La identidad es siempre un nos-otros. Nos constituye, nos hace ser y nos permite estar. Pero estar siempre implica un territorio, y este siempre está determinado por lo político. Un territorio es una nación, y en una nación, además de ser, hace falta dar pruebas de que se está, de que la persona existe legalmente.

Aunque toda persona viva posea subjetividad y “sea”, sin identidad civil un ser humano no existe. No existe a nivel legal, no posee nacionalidad ni derechos y, por lo tanto, está sujeto a todas las formas posibles de vulneración. No puede trabajar ni acceder a ningún tipo de servicio público, aun cuando consume y paga impuestos. Una de las características de la migración forzada es la ausencia de una identidad civil.  El venezolano no solo es despojado de absolutamente todos sus derechos civiles y humanos en su país de origen, sino que, además, su identidad nacional ha sido arrebatada por un régimen que no emite ningún tipo de documento de identidad. Sin identidad de origen, tampoco tiene la posibilidad de acceder a una identidad a través de los Estados de destino en Latinoamérica porque estos mantienen a los migrantes en una zona gris en donde todo es posible, menos la regulación de su identidad civil. Ni venezolanos, ni refugiados, ni inmigrantes, ni ciudadanos. Aunque todos existan.

 

 

Celiner Ascanio

© Migrar es tocar tierra